11 de abril de 2011

La Costa Azul Francesa

He dudado mucho sobre si escribir una crónica de esta viaje, de ahí que haya tardado tanto, y es que, lo que pensábamos que iba a ser un viaje sin mucha historia, hasta nos reíamos cuando decíamos que íbamos a hacer turismo tradicional como el resto de gente, se ha convertido en uno de los viajes más trascendentales de nuestra vida, y no por el viaje en si, sino por las circunstancia que se han dado alrededor del mismo. Así que tenía que tomar la decisión de guardar el viaje en el cajón del olvido o escribir este pequeño homenaje, y evidentemente he tomado la segunda opción.





El sábado 12 de Marzo nos pusimos en marcha muy temprano, el despertador sonó a las 4:30, pero eso hizo que a medio día pudiésemos estar entrando en las calles de Mónaco. Mónaco es el lujo más absoluto, bueno en realidad lo es toda la costa azul, y para colmo lo primero que nos encontramos al entrar fue el casino, la mas de lo mas, parecía que los Ferraris los regalaban. Todo muy bonito y muy ordenado, lástima que el día gris y con tanto viento le quitase un punto de glamurosidad. Del Casino al puerto, eso si cumpliendo un sueño, conduciendo exactamente por las calles que componen el famoso circuito de Mónaco, la curva, el túnel, etc etc.







El puerto mas de lo mismo, con yates megagigantes que eran diez veces mi casa, me falló el entorno me lo esperaba más lujoso y más seguro, prácticamente podías entrar en el Yate sin más problema. Del puerto dando un paseíto llegas al casco antiguo, en una montaña. Allí está el palacio de los Grimaldi y poco más, en 15 minutos te lo has recorrido entero, para mi lo mejor las vistas de toda la costa que son increíbles. A media tarde pusimos rumbo a Niza por la costa, preciosa carretera donde nos encontramos el pequeño pueblo de Eze, gratísima sorpresa, un pueblo medieval que merece una pequeña visita.




Ya en Niza, otra sorpresita, se está corriendo la Paris-Niza y el Astana se aloja en nuestro hotel, ambiente ciclista y unas ganas enormes de coger mi flaca. Nuestra idea era ver Niza por la noche, pero empezó a llover, así que nos metimos en bar a comer y tomar cervecitas y decidimos dejar la visita para el día siguiente.


A la mañana siguiente pusimos rumbo a Antibes, un pueblecito encantador, perfecto para un tranquilo paseo por sus calles. Nos encantó el pequeño mercado en el centro del casco antiguo con todo tipos de producto de la zona, lástima que empezara a llover y tuviésemos que suspender la visita al castillo. De Antibes a Cannes, es decir, más glamour y lujo. Merece la pena pasear por el paseo marítimo donde está el bulevar de las estrellas, vamos al estilo de Holliwood, y el casco antiguo, que aunque más sucio y cutre que el de Antibes, al menos está en una colina y tiene unas vistas fantásticas, no os esperéis gran cosas de Cannes. A pesar de todo para nosotros Cannes tiene un significado especial, en la pequeña iglesia que corona la colina del casco antiguo dejamos un recuerdo de algo que nos marcará para toda la vida, y que me gustaría volver a verlo aunque sea una vez más…



A partir de ahí, una espectacular carretera bordeando los acantilados donde estaban las mansiones más increíbles, que ya es mucho decir, hasta Saint Raphael donde llegamos justo a la hora de comer. De ahí vuelta por la Autopista hasta Niza. Por la noche vimos Niza al estilo Bruselas el año anterior, buscábamos un monumento en el mapa, poníamos la calle en el GPS, llegamos, foto y siguiente. Al menos nos hicimos una idea de Niza, aunque está claro que si volvemos la veremos más tranquilos.


Al siguiente día empezamos donde lo dejamos en el bonito pueblo de Frejus, junto a Saint Raphael. Este pueblo nos sorprendió gratamente, un casco histórico muy bonito lleno de restos romanos. A partir de ahí la costa ya no es tan espectacular, urbanizaciones y más urbanizaciones hasta llegar a Saint Troppez. Lo mejor de Saint Troppez no es sus lujoso puerto con grandes yates y todo lo que le rodea, si no el casco antiguo de calles estrechas que te hace olvidar un poco donde estás, porque la verdad que tanto lujo se empieza a hacer monótono.


Tras una pequeña visita a los acantilados junto a Saint Troppez nos dirigimos por la costa hasta Hyeres. No pensábamos parar, pero la vista desde lejos de esta ciudad es espectacular. Una ciudad en una montaña con un casco antiguo muy bonito, aquí ya no hay lujo, esto no está ya tan limpio, pero es mucho más auténtico, empezábamos a echar de menos algo así, pero lo mejor de todo de la ciudad es su muralla, fue lo que nos hizo parar, la ves serpenteando en la montaña y de verdad te recuerda a las típicas imágenes de la muralla China.


Como se nos hacía tarde pusimos rumbo a nuestro último destino, Aix-en-Provence. Aix es una ciudad llena de vida, restaurante, bares, mucho ambiente, merece la pena pasear tranquilamente por el centro, por sus callecitas, lástima que fuese ya de noche, pero bueno es otra forma de ver la ciudad.


Y poco más, el resumen es que la costa azul Francesa es el lujo y el dinero en estado puro, está bien y es curioso, pero la verdad que no encaja mucho con nuestro estilo de vida, no cambiaría la montaña por esto por nada del mundo. Lo importante de está crónica es que la escrito en memoria del más grande de los montañeros que ha existido, el que con más corta edad consiguió subir a sitios donde la mayoría de las personas nunca pisarán, ahora tenemos una estrella más que nos protege y nos ayuda a conseguir todos nuestros retos, nosotros nunca te olvidaremos.

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