8 de enero de 2012

Sobre el cuello del Pollo y otras pequeñas mentiras

Uno de los primero recuerdos que tengo de mi abuela fue en un bar en la carretera de circunvalación de San Juan, un bar que ahora creo que se ha convertido en unos de esos de mala fama de luces rojas, pero que hace ya mucho tiempo era un bar normal y corriente. Viendo como pasaban los coches a gran velocidad y teniendo que cruzar al otro lado de la carretera le pregunte, abuela ¿si me atropellase un coche tu te cambiarias por mi? Y me contestó, si tan siquiera lo dudas es que eres muy listo para algunas cosas pero muy tonto para otras.

Pero antes de esto hay mucho más, y no porque lo recuerde, sino porque me lo ha contado una y otra vez. A mi hermano y a mi, como hijos de padres trabajadores nos han criado nuestros abuelos. Me enseñó a contar con los barrotes de la cuna, a sumar y restar haciendo las cuentas de la tienda, a leer, a escribir y a tantísimas otras cosas. Recuerdo las horas que pasaba en la salita de la tienda con mi manía de estudiar en voz alta, le recitaba la guerra civil, los músculos del cuerpo humano, la tabla periódica, lo que fuese, ella escuchaba mientras preparaba alguna comida o cosía y sólo nos interrumpían cuando alguien entraba a comprar, ella despachaba y cuando se sentaba le decía, abuela seguimos. Probablemente nunca se enterase de lo que le estaba contando, pero nunca tuvo una mala palabra ni un mal gesto de aburrimiento.

Por todo esto para mi los últimos meses han sido muy duros, viendo como se apagaba, como alguien tan fuerte y trabajadora se iba deteriorando por días. Por muy dura que haya sido como persona, se crío sin madre y como las personas de su generación, vivieron un guerra y una postguerra, sin duda tiempos más difíciles de los que tenemos ahora, para mi era una abuelita, la que me daba las chocolatinas a escondidas, la que me hacía otra comida cuando no me gustaba, la que me mimo hasta casi su último día.

Desde que se murió mi abuelo nunca se planteo nada a largo plazo, siempre decía quiero vivir hasta que mi Rubén acabe la universidad, luego mi Alejandro, luego hasta que Rubén se case, ya nos reíamos, abuela ¿que es lo próximo? Vas a durar eterna, pero no, nadie vive para siempre, y aunque sabíamos que esto pasaría tarde o temprano ha sido duro que se quedase a las puertas de conocer a sus dos bisnietos, lo que hubiese dado por sólo unos meses más y tener una foto de ella con Cristina.

Recuero mi odio hacia el cocido de calabaza, ella siempre me hacía una sopita de fideo, pero lo mejor de todo era la prigá que hacía, a mi padre y a mi nos encantaba la ternera a mi madre y mi hermano el pollo y ella siempre decía a mi dejarme solo el cuello del pollo que es lo que más me gusta. Muchos años después escuché contar a María Galiana como repartían el pollo en su casa en la época de más hambre, decía que su abuela siempre quería el cuello y las alitas, me pareció tan curiosa la coincidencia que se lo conté a Marga y me dijo, si piensas que la parte preferida del pollo de alguien es el cuello es que tu abuela tenía razón y eres muy listo para algunas cosas y muy tonto para otras.

Y así la recuerdo capaz de cualquier cosa para que las personas que estábamos a su lado tuviésemos lo mejor, aunque no fuésemos ni consciente de ello. Cuando me despedí le repetía una y otra vez hagamos un último trato yo me encargo de contarle a Cristina lo que significó mi abuelita y tu dile a las 2 estrellitas lo mucho que las queremos y echamos de menos.