30 de agosto de 2018

Viaje a los Alpes Alemanes Verano 2018 II




El viernes nos tocaba nuestra visita más cercana Oberammergau. Justo a la entrada del pueblo hay una montaña a la que puedes subir con un telesilla, volvimos a dudar por la calor pero nos animamos. Pensaba que el trayecto iba a ser más corto, nada de eso, es larguísimo, yo subí con Martina con mucho cuidado y algo de miedo, pero se portó como una campeona riéndose todo el tiempo (no sé si le hacía gracia o eran los nervios). Por suerte arriba todo había cambiado, estábamos por encima de los 1000mtrs y ya no hacía tanto calor.
La parte de arriba del telesilla es otro pequeño parque de aventuras, con actividades para niños y mayores. Tras montarse varias veces en unos columpios, unas tirolinas y algunos toboganes decidimos empezar la ruta, la idea era hacer la fácil, caminar por un sendero de un bosque y llegar a una iglesia, allí ya estudiaríamos si subir o no al refugio en lo alto de las montañas. El sendero precioso, completamente cubierto, en un bosque de muy tupido, unos 40 minutos de caminata sin desnivel, muy pero que muy bonito.
 
Al final del sendero llegamos a una pista y tomamos dirección hacia arriba, aquí ya la cosa se complica, la pendiente empieza a ser muy dura, Marga tiraba de Cristina y yo con Martina a cuesta, subir y subir, cuando llevábamos casi 15 minutos empezaba a sospechar que habíamos cogido la dirección errónea, y efectivamente, la iglesia se había quedado atrás y ya entreveíamos a lo lejos el refugio. No nos quedaba otra  que seguir subiendo, en otros 20 min nos habíamos plantado en el refugio. Rutón hora y media, sin una sola parada, de nuevo las peques me sorprendieron.

Aquí ya estábamos bastante alto, el único sitio de todo el viaje que tuvimos algo de frío, las vistas excepcionales, al este todo el valle de Oberammergau, al oeste más espectacular, una caída de casi 1000m hasta el valle de Linderhoff, con el Castillo abajo y los gigantes alpinos al otro lado. Y el refugio una pasada, para hacer noche, o al menos comer, la terraza con mejores vistas de todo el viaje, nosotros nos tomamos una cerveza y empezamos la bajada. Decidimos volver por el mismo lado y evitar la pista que pasaba por la iglesia que tenía más desnivel.

Para mi sin duda la mejor de las 3 rutas, y eso que las 3 fueron espectaculares, pero esta requirió un plus de esfuerzo que me hace pensar que Cristina está próxima a poder hacer rutas más interesantes. Y ahora faltaba bajar, Martina y Marga en el telesilla, pero Cristina y yo cogimos el trineo, igual que el día anterior pero mucho más largo, bajando toda la montaña a toda velocidad, una pasada, además Cristina ya lo tenía controlado y bajó suelta de manos como en una montaña rusa interminable.
Ya para terminar el día decidimos visitar Oberammergau, el pueblo es famosos por los dibujos que hay en las fachadas de las casas, está bastante curioso y bonito para un paseo, además tienen una especie de festival religioso muy famoso, eso hace que haya muchas tiendas con figuritas religiosas incluido adornos Navideños, y eso que es Agosto!!, aunque esto ya lo he visto en otros sitios.



El Sábado tocaba turismo convencional, dudamos mucho y al final decidimos ir al palacio de Herrenchiemsee, en el mapa parecía cerca, pero otra vez obras y atascos, 3 horas tardamos, menos mal que descartamos Salzburgo o el nido del Águila, porque sino tenemos que hacer noche en el camino. El plan estaba bien porque el palacio está en una isla del lago de Chiemsee, un lago precioso, lleno de islitas y barquitos de vela, otro sitio idílico, y claro el paseo en barco para las niñas era un aliciente. 8€ i/v por adulto, pero como en el metro de Berlín, tu pagas en unas taquillas y luego nadie te pide el billete, cada uno que haga lo que quiera.

Nada más desembarcar en la isla llegamos a unas taquillas, el palacio sólo se puede visitar con visita guiada, 10-11€ por adulto, bueno ya que estamos. En la taquilla nos dice la mujer que en 20min empieza una en español y que el palacio está a 20min andando, que corramos, me paré un segundo a hablar con Marga y me dice a voces desde la taquilla “please run”, ofu que pesa…así que con un calor del demonio 15min a paso ligero con Martina a cuesta, pero llegamos, afixiaos pero llegamos.


El palacio es precioso, por fuera espectacular, unos jardines y unas fuentes increíbles, que dan a unos embarcaderos donde te das cuenta que estás en una isla, solo por eso merece la pena. Lo construyó Luis II en el SXIX, el mismo del famoso castillo de Neuschwanstein y es una imitación de Versalles, estaba obsesionado con Luis XIV, lo que pasa que se quedó sin dinero y solo decoró 10 de las 40 salas. Las puedes ver todas y son superrecargadas, muy bonitas, salón de baile, dormitorio, cocina, todo muy mono hasta que de repente se convierten en habitaciones de ladrillos visto, algún día se plantearán acabarlo?
 
Han aprovechado para hacer un Museo de arte moderno, pero nada del otro mundo. La entrada incluye visita al museo del Palacio y al monasterio que está junto al embarcadero, pero eso como que os lo podéis saltar. Comimos en unos bancos con vistas al Palacio y luego nos fuimos a tomar un helado en un kiosquillo que vimos en la carrera de ida. Imposible con el calor que hace que alguien no pique, el negocio que tenía aquí la mujer en medio de la nada. Visita al monasterio y vuelta hacia atrás que nos quedaba un largo camino hasta la casa.


Nuestro último día completo en Alemania se lo dedicamos a la montaña, como no podía ser de otra forma, y volvimos a Garmisch, pero esta vez hacia el este, al pueblo de Mittenwald, que había visto que existían varios remontes y pensé, aquí habrá buenas rutas. El pueblo en si es bastante bonito, pueblo bávaro de montaña con sus callecitas llenas de tienda y bares. Fuimos a la oficina de turismo a informarnos y allí nos confirmaron que esto era una pasada. Ciento de rutas, de todos los niveles y caminos por todos lados, incluso uno que unía con las rutas de subida a Zugspitzer, otro paraíso.


La mujer nos aconsejó hacer unas gargantas que había a las afuera del pueblo, las gargantas de Leutaschklamm, se podían hacer con niños y haría fresquito, y allí que nos fuimos. La ruta es circular y tiene dos partes, la puedes hacer en cualquier sentido, nosotros empezamos por las pasarelas. Remontas la montaña en unos 500m y a partir de ahí te metes en la garganta, son casi 2Kms de pasarelas, a muchos metros de altura, una especie de caminito del rey, superchulo, siempre remontando el río, encajonados entre dos paredes. A mitad de camino hay un puente que atraviesa al otro lado de la pared, se puede usar para acortar la ruta, pero nosotros decidimos seguir hasta el final, hasta que se acabaron las pasarelas. Un sitio de esos de hacerse muchas fotos.


La vuelta la hicimos por el bosque que hay junto a la garganta, no es tan espectacular pero también es muy bonito, además es una especie de parque temático, cada poco hay unos carteles informativos y una pequeña actividad que es divertida hacer con los niños. Totalmente un sitio pensado para familia con niños, lo malo es que el día fue empeorando y a la vuelta nos cayeron dos trombas de agua, la primera nos cogió en un sitio con una casetilla y la segunda usamos los árboles como paraguas. Fue bastante grande y estuvimos 15 minutos bajo un árbol pensando que no nos librábamos, pero al final paró y llegamos al coche sin apenas mojarnos. Como curiosidad diré que ahora mirando la ruta en internet me he dado cuenta que trascurre casi toda por Austria.


Paramos a comer en un merendero a las afueras del pueblo, cerca de donde se cogía un telecabina, me fijé que en lo alto de la montaña había un refugio y una especie de telescopio gigante, por lo visto es una zona donde te organizan rutas, visitas, observaciones, un poco de todo, además está lleno de vías ferratas y si ya quieres rizar el rizo caminos de subidas con zona de escaladas.  Otro sito para plantearse volver. Para terminar paramos en Garmisch, en el estadio olímpico, donde está los trampolines de saltos en los que hacen los famosos saltos de año nuevo, había una feria de la montaña, stands, bares, actividades, la pena es que a esa hora estaban casi cerrando, pero fue un buen broche para acabar el día.


En nuestro último día en Alemania tocaba ir al aeropuerto, pero como el avión salía por la tarde fuimos a ver el pueblo de Memminger. Otro bonito pueblo alemán, me recuerda el del primer día, un centro muy limpio, con edificios típicos, casi todo peatonalizado para poder pasear sin problemas. Tiene una plaza central muy bonita, con edificios muy majestuosos, no es la de Múnich, pero podía ser su hermana menor. Es muy agradable tomar un café en una terracita, entrar en alguna tienda, no hay nada que llame especialmente la atención pero el conjunto es de notable alto.


Y nada más. Ha sido un viaje fantástico, tenía muchas ganas de venir a Baviera, y ver los pueblos y paisaje, pero una vez más lo que más me ha gustado ha sido la montaña. Me ha sorprendido que no siendo la parte más alta de los Alpes haya tantas rutas, tantas actividades y tanta cultura de montaña en esta zona, sin duda volveremos. Además creo que las peques lo han pasado bien, han hecho las rutas sin rechistar, se han portado como unas campeonas, eso me hace pensar que poco a poco podremos ir subiendo el nivel y hacer unos viajes fantásticos de aventura, aunque si siguen en esto tarde o temprano ellas me adelantarán porque ellas irán para adelante y yo para atrás. Pensando en esto me quedo con una frase de Raymond Messner, empecé subiendo una colina y terminaré subiendo una colina, el caso es nunca renunciar a lo que te gusta.

22 de agosto de 2018

Viaje a los Alpes Alemanes Verano 2018


Estaba claro que este verano tocaba volver a Europa, Martina ya tenía 2 años y las dos me estaban volviendo loco con que querían coger un avión, así que buscamos de nuevo un sitio con vuelo directo desde Sevilla, que me llamase la atención y que hubiese montaña por supuesto. Y allí estaba Baviera, más concretamente su zona sur, para mi el sitio perfecto para pasar nuestras vacaciones de verano y como contaré a continuación no estaba ni mucho menos equivocado.


El viaje de ida tuvo su complicación, a veces pienso que es casi un milagro que algo no se te estropeen las vacaciones, sobre todo si la reservas con tantos meses de antelación, huelgas continua en aerolíneas y aeropuertos que sorteamos de casualidad, amenaza de varicela de la chica, y hasta 2 veces nos cambiaron el horario del vuelo en estos meses, y 2 veces tuve que rehacer todo el itinerario. Lo dicho un milagro que el 30 de Julio el avión “solo” saliese con 2h de retraso, pero eso supuso que llegásemos al pequeño aeropuerto de Memminger a las 12 de la noche, y allí a las 12 no hay nada, ni tan siquiera taxis. Menos mal que había un servicio de guardia en Hertz (pagando 40€ extras) y la mujer vino del pueblo expresamente a darnos el coche. Al fin a la una de la madrugada teníamos el coche, y aún había mucha gente en la cola de los taxis que llegaban con cuentagotas. Y por último lo que nos costó encontrar el Hotel en Mindelheim, asi que hasta a las 2 de la mañana no puede apagar las luces de nuestro cuarto, lo dicho que estrés.

Al día siguiente me levanté a las 8 de la mañana, me había quedado intranquilo con donde aparqué, así que salí solo y tras ver que estaba todo en orden decidí dar un paseo por en centro del pueblo. Muy bonito, el centro casi peatonal, muy limpio y ordenado, lleno de edificios típicos Bávaros, en la plaza central estaban montando un mercado de comida muy curioso, me gustó mucho el pueblo, así que volví al hotel a tocar diana y nos fuimos a desayunar al pueblo. Por cierto, ya sé que hacía calor (10º menos que en Sevilla, pero 33º para Alemania es calor), pero me parece excesivo lo de las heladerías, una en cada esquina y desde las 8 de la mañana los alemanes comiendo helados, hasta me costó encontrar una pastelería.

A eso de las 10 empezaba a apretar el calor, y Cristina  descubría uno de sus aficiones en el viaje, bañarse en las fuentes de los pueblos, claro que no fue ocurrencia mía, ya estaban llenas de niños jugando, y nosotros no íbamos a ser menos. De Aquí a Múnich, una horita por autopista sonde descubrimos otro cosa típica alemana, las obras y los atascos, por dios, que esperan a verano para arreglar todas la carreteras? Y como se nota lo poblada que está Alemania, no hubo en el viaje ni una solo carretera que no estuviese llenita de coches.

En fin, que para mi Múnich era uno de los puntos fuertes del viaje, tenía muchas ganas de verla, pero que quiere que os diga, la ciudad es muy grande, cuesta llegar al centro, mucha gente, mucho calor, teníamos que tirar de 2 niñas más interesada en meterse en las fuentes que en ver la catedral, bueno que está bien, pero no creo que estuviese en el top 10 del viaje. Tras pasear un ratito por el centro peatonal, vamos las calles de las tiendas, fuimos a ver la catedra. Es bonita por fuera, era como las típicas iglesias de todos pueblos que visitamos pero a lo grande. Por dentro lo más chulo las vidrieras, y la famosa huella del diablo, que si queréis saber la historia buscarla en internet, de allí a Marientzplatz sin duda lo mejor de Múnich, la plaza central, con los ayuntamientos viejo y nuevo.

El nuevo creo que es el edificio más emblemático de la ciudad, un edificio superrecargado pero muy bonito, y lo puedes visitar por dentro, es curioso recorrer los pasillo con otros turistas con las oficinas funcionando justo al lado. En el patio central hay un restaurante italiano muy curioso, pero nosotros comimos justo frente a la puesta principal de la catedra, si, en las escaleritas de una gran fuente, a la sobrita de unos árboles mientras las niñas se daban un pequeño chapuzón con otros turistas.


Y ya está, quizás nos faltaba el palacio real, pero no mucho más, ah y el Alianz Arena, que cuando se lo insinué a Marga me dijo, ni de coña, pero poner en internet 10 sitios que ver en Munich, si, en muchas páginas sale un estadio de futbol, eso es para reflexionar. Teníamos una horita más hasta Bad Kolhgrub donde estaría nuestra base de operaciones para los próximos días, al fin los Alpes.




Nuestro primer día de montaña nos tocó visitar la joya de la corona, Garmisch-Partenkirchen, justo en la frontera con Austria. Es el pueblo alpino Alemán por excelencia, no sólo porque se respira montaña por todos lado, no sólo por sus increíbles pistas de esquí y saltos, sino que además está al pie de la montaña más alta de Alemania el Zugspitze de casi tres mil metros.

Decidimos ir a las afuera, al pequeño pueblo de Grimau, cerca de donde suben las telecabinas al Zugspitzer y el Apspitzer a unas pequeñas gargantas que descubrí por casualidad, gargantas del infierno o algo así. Pensé que con el calor que hacía al menos ahí se estará fresquito. Por cierto, una pequeña reflexión de los telecabinas, cada uno que haga lo que quiera con su dinero, pero gastarme 100€ por el hecho de subir cómodamente a una montaña y decir he estado, como que no va conmigo. Serán chulas las vistas (si no está nublado arriba, que es muy probable que pase y veas más bien poco), pero esa no es mi idea de lo que es ir a la montaña, aunque claro es sólo mi opinión.

Bueno que nos costó encontrar es sitio, y encima estaba tan lleno que solo pudimos aparcar en una zona donde daban 2h, pero mereció la pena. Empieza por un camino precioso en un bosque junto a un río. Lo que hace que la temperatura sea genial. Un paseo muy bonito hasta que se empieza a inclinar, el primer tramo se hace sin dificultad, pero cuando empezamos a llegar a la pared de las grandes montañas la cosa se pone divertida. Subes por un senderíto pegado a la pared, ganando altura. Cada vez ves el valle más abajo, esto si que son vistas increíble, tardas en llegar casi una hora a las escalera de acceso a la garganta. Uno ruta increíble, 400m de desnivel en unos 3KM. Cristina se portó como una campeona y Martina ni se inmutó del cangurito.

Una pena que no pudiésemos rematar entrando en la Garganta, ya era suficiente para ellas y el coche abajo no daba tiempo para más, os aseguro que para unas niñas de 2 y 6 años ya tenía mucho mérito. Como curiosidad diré que justo antes de entrar en las gargantas hay un desvío que te lleva a unos refugios a casi dos mil metros para atacar los gigantes que teníamos encima, se nos pusieron los dientes largos, ya está incluido en mi lista de “Sitios a visitar durante mi vida”. La bajada muy rápida, como Martina se quedó dormida aceleré, y en menos de 45min llegué al coche y Marga y Cris 10 min después.

Además, Cristina aprendió una lección tremenda, cuando subíamos vimos una botella de cerveza junto al río, y le explicamos que eso es inamisible, que el campo se deja siempre más limpio que cuando se llega y blablablabla. No me pude sentir más orgulloso cuando estaba sentado esperando que llegasen y la vi aparecer con la botella en la mano, se levó toda la bajada diciéndole a la madre que le avisase cuando llegasen a la botella, mi chica. Hay que educar a los niños, porque creo que tenemos muy idealizados a los alemanes, y algunos son un poco guarretes, si no ir a un lago un día de calor, eso de recoger toda la basura!!!

Justo a la hora de comer nos fuimos al Eibsee, un lago alpino. El sitio es precioso, uno de esas estampas idílicas de los Alpes, con el problema que estaba lleno de gente. Pero bueno, el lago tenía aguas muy trasparentes y con el calor que hacía, nos buscamos un sitito para comer y al agua pato, un plan fantástico para descansar de la caminata. El día había dado ya mucho de sí, tocaba volver a casa, mañana más.


El siguiente día nos tocaría sufrir las interminables obras y atascos de Alemania, queríamos visitar la abadía de Benediktbeuern y casi desistimos, un laberinto de carreteras en obra, nos costó muchísimo llegar. Tenía muchas ganas de visitar este monasterio por la historia que tiene del descubrimiento de la partitura de Carmina Burana, pero no es nada especial. Para empezar es un pocos complicado de visitar, resulta que junto al monasterio hay un albergue de peregrino, y fuimos al albergue, preguntamos en recepción pero dimos con una de las 2 únicas personas de todas las que hablé durante el viaje que no sabían ingles, nos tuvimos que ir sin enterarme de nada. Me fui directo a la iglesia y casi sin querer entré en un museo, creo que había que pagar pero cuando me di cuenta estábamos dentro, bicheamos un poco y no vi nada interesante por lo que nos fuimos a la iglesia del monasterio, es bonita pero nada especial.


En resumen, que el monasterio es mucho más bonito por fuera que por dentro, si no os coge de paso no venir, eso si es un punto importante del camino de Santiago alemán y tiene mucha información, nos dimos cuenta que hay gente que hace el camino desde aquí, casis nada, y ver todo eso si que nos encantó.


Siguiente objetivo Bad-Tölz. Es una pequeña ciudad muy bonita que merece la pena una pequeña parada. Tiene una calle principal muy animada llena de bares y tiendas, con edificios típicos de la zona, es muy agradable el paseo, por ahí y las callecitas anexas, la zona turísitica es pequeña y se ve muy rápido. Paramos a tomar una cervecita y nos fuimos al río de la ciudad, tenía un parque lleno de gente tomando el sol y bañándose, el sitio ideal para hacer el picnic de hoy.


A la salida está Blombergbahn una pequeña montañita donde se pueden hacer actividades y hay atracciones para los niños. Lo habíamos descartado pero como no era muy tarde paramos a verlo, no era plan de subir en los telesillas y la mayoría de las atracciones estaban paradas, hacía un calor de muerte, Cristina se subió a unas camas elásticas y casi le da algo, en fin que ya nos íbamos cuando no pude resistirme, y nos subimos en una especie de montaña rusa que te sube a la montaña y luego va bajando por un bosque. Una pasada, Cris y yo disfrutamos como enanos, y esto no era nada para lo que nos quedaba mañana.