6 de febrero de 2013

Pirineo invernal. Aragón 2013


Va camino de convertirse en una tradición nuestra escapada pirenaica invernal, y es que desde que existen los vuelos de bajo coste y el booking, es casi tan fácil y barato pasar un fin de semana en el pirineo como en Granada. Tradición de la que esta es su tercera edición en 4 años, interrumpida sólo el año pasado por las circunstancias. Así que este año pudimos dejar las circunstancias con los abuelos y el viernes por la tarde poner rumbo al pirineo aragonés.
 
El plan sencillo, avión a Zaragoza (con pequeño susto en el aterrizaje), y coche de alquiler a Huesca, donde llegamos cerca de las 11 de la noche, buena hora para hacer turismo, y es que, ya que no teníamos previsto volver, decidimos (con algo de frío) ver la ciudad. Nada del otro mundo, una ciudad pequeñita donde sólo destaca la catedral, que si es muy bonita, al menos por fuera.


El día siguiente no presagiaba nada bueno, amaneció cayendo una tremenda tromba de agua tremenda, agua que conforme subíamos Monrepos se iba convirtiendo poco a poco en nieve, hasta que pasado los túneles del puerto la nevada ya era intensa. Paramos en un lado y tras preguntar a la Guarda civil decidimos darnos la vuelta, con tan mala suerte que saliendo del segundo túnel me da por pisar el freno, así que tremendo derrape y coche que no va de milagro a la cuneta, ya me lo advirtió Marga, frena antes de salir. Temblándome las piernas decido salir a poner las cadenas, congelado, cayéndome una tremenda nevada, acabé con las manos denodadas metiéndolas entre las ruedas y el guardabarros, pero lo conseguí, para casi nada porque apenas a 500mtrs ya no merecía la pena y decidimos quitarlas. Pero mejor, por un lado vi que era capaz de poner unas cadenas en condiciones extremas y por otro después del susto no podía circular un metro sin ellas.
 
Vuelta a cerca de Huesca, donde desayunamos en un sitio espectacular y vimos como se iba despejando poco a poco el cielo, así que segundo intento. Subimos el puerto, esta vez sólo llovía y llegamos al siguiente valle, a Sabiñánigo, de ahí había que subir a la estación de esquí. La verdad, que no eran buenas las perspectivas, seguía lloviendo, y sabíamos que más arriba sería nieve, y nada más que veíamos coches en sentido contrario. Me parece que la estación va a estar cerrada. A 5kms de la estación, gran atasco y empieza la nieve, tal como la vi aparecer, ni me lo pensé, para abajo. Volvimos a parar a tomar un café y viendo que subían las temperaturas nos da por hacer un tercer intento.

Y esta vez si, llegamos a la estación y está abierta!!!!. Pero son las 12, cae nieve, un viento súper desagradable y muy poca visibilidad, sería esquiar por esquiar, no era buena opción. Así que ya de una vez por todas decidimos desestimarlo y dedicarnos a hacer turismos “convencional”. Y es que con los nervios no nos habíamos dado cuenta lo impresionante que era el valle, espectacular, precioso, todo nevado, con paredes que se levantaban centenares de metros para nuestro disfrute, nos dedicamos a hacer fotitos y tras una breve parada en Biesca (muy chulo, típico pueblo de montaña nevado), pusimos rumbo a Jaca, para comer.
 
Jaca nos sorprendió, criamos que no había nada, y la verdad que el casco histórico es muy bonito, y más aún con todo blanco por la nieve, con su fortaleza, ahora museo, y sus iglesias románicas. Tras la breve visita ya no pararíamos hasta Zaragoza donde llegamos a media tarde.


Nuestra primera parada fue en los alrededores de la Expo del agua, nada del otro mundo, lo más impresiónate es como bajaba el Ebro, daba vértigo. Y de ahí al hotel, en plena plaza del Pilar. Zaragoza se visita muy fácil, todo lo importante está muy cerca, así que esa misma tarde nos dio tiempo a ver casi todo. Empezando por la basílica del Pilar, sin duda lo más espectacular, tanto por dentro como por fuera, y dentro de esta, lo más representativo es su virgen, muy pequeñita, encima de su pilar que está totalmente desgastado de tocarlo y besarlo la gente, pero a pesar de lo pequeñita que es impresiona por lo que representa, me pareció muy curioso dentro de la basílica las continuas referencias a la Hispanidad, las fuerzas armadas, etc etc, un símbolo del españolismo.
 
La plaza en general impresiona, tanto por la basílica, como por los otros edificios quedan un poco ensombrecido, pero que merecen la pena, el ayuntamiento, la catedral, la lonja (donde había una exposición de pintura flamenca que incluía algunos Rubens), la iglesia de san Juan, los restos de muralla y el puente de piedra a la espalda. Todo concentrado en la misma plaza. Y tras el empacho de cultura tocaba cenita y a dormir que el día había sido muy largo.

Al día siguiente tocaba repetir la visita a la plaza para poder hacer las obligadas fotos pero con luz diurna. Esta vez añadimos una visita a la fundación de IberCaja, con una exposición centrada en la figura de Goya, donde se incluian varios de sus cuadros y una fugaz visita al teatro romano, que hace las veces de museo arqueológico. Como se nos echaba el tiempo encima, decidimos no salir de la capital e ir a visitar la Aljafería, y sin duda acertamos.
 
La Aljafería es un palacio o fortaleza de origen árabe al que se le han ido añadiendo nuevas estancias en cada época de la historia. La parte árabe simula a la mezquita de Córdoba, sin duda lo más impresiónate, pero no olvidar sus salas medievales, sus espectaculares estancias construidas por los reyes católicos, y sus añadidos más modernos que terminan con un edificio modernista en el patio que hace las veces de parlamento autonómico y que en absoluto desentona con el resto del edificio. Todo ello nos lo explicaron perfectamente, ya que el domingo era el día de la visita guiada gratis, pues que bien. Y poco más,  comida en que se supone que es el centro comercial más grande de España y al aeropuerto.
 
Cierto es que no pudimos hacer la principal actividad para lo que fuimos (esquiar), pero esa posibilidad siempre está en este tipo de viaje, y siempre tenemos un plan B. Plan que funcionó a las mil maravillas y que hizo que pasásemos un fin de semana fantástico. Pero lo más importante de todo es que volvimos sin  ningún incidente, y es que por muy bien que estemos en este tipo de viaje y aunque sean casi necesarios, no olvidamos que mientras tengamos en casa un miembro de la cordada, que por alguna circunstancia no haya podido venir a la expedición, nuestro principal objetivo es volver a estar todos juntos.