22 de agosto de 2018

Viaje a los Alpes Alemanes Verano 2018


Estaba claro que este verano tocaba volver a Europa, Martina ya tenía 2 años y las dos me estaban volviendo loco con que querían coger un avión, así que buscamos de nuevo un sitio con vuelo directo desde Sevilla, que me llamase la atención y que hubiese montaña por supuesto. Y allí estaba Baviera, más concretamente su zona sur, para mi el sitio perfecto para pasar nuestras vacaciones de verano y como contaré a continuación no estaba ni mucho menos equivocado.


El viaje de ida tuvo su complicación, a veces pienso que es casi un milagro que algo no se te estropeen las vacaciones, sobre todo si la reservas con tantos meses de antelación, huelgas continua en aerolíneas y aeropuertos que sorteamos de casualidad, amenaza de varicela de la chica, y hasta 2 veces nos cambiaron el horario del vuelo en estos meses, y 2 veces tuve que rehacer todo el itinerario. Lo dicho un milagro que el 30 de Julio el avión “solo” saliese con 2h de retraso, pero eso supuso que llegásemos al pequeño aeropuerto de Memminger a las 12 de la noche, y allí a las 12 no hay nada, ni tan siquiera taxis. Menos mal que había un servicio de guardia en Hertz (pagando 40€ extras) y la mujer vino del pueblo expresamente a darnos el coche. Al fin a la una de la madrugada teníamos el coche, y aún había mucha gente en la cola de los taxis que llegaban con cuentagotas. Y por último lo que nos costó encontrar el Hotel en Mindelheim, asi que hasta a las 2 de la mañana no puede apagar las luces de nuestro cuarto, lo dicho que estrés.

Al día siguiente me levanté a las 8 de la mañana, me había quedado intranquilo con donde aparqué, así que salí solo y tras ver que estaba todo en orden decidí dar un paseo por en centro del pueblo. Muy bonito, el centro casi peatonal, muy limpio y ordenado, lleno de edificios típicos Bávaros, en la plaza central estaban montando un mercado de comida muy curioso, me gustó mucho el pueblo, así que volví al hotel a tocar diana y nos fuimos a desayunar al pueblo. Por cierto, ya sé que hacía calor (10º menos que en Sevilla, pero 33º para Alemania es calor), pero me parece excesivo lo de las heladerías, una en cada esquina y desde las 8 de la mañana los alemanes comiendo helados, hasta me costó encontrar una pastelería.

A eso de las 10 empezaba a apretar el calor, y Cristina  descubría uno de sus aficiones en el viaje, bañarse en las fuentes de los pueblos, claro que no fue ocurrencia mía, ya estaban llenas de niños jugando, y nosotros no íbamos a ser menos. De Aquí a Múnich, una horita por autopista sonde descubrimos otro cosa típica alemana, las obras y los atascos, por dios, que esperan a verano para arreglar todas la carreteras? Y como se nota lo poblada que está Alemania, no hubo en el viaje ni una solo carretera que no estuviese llenita de coches.

En fin, que para mi Múnich era uno de los puntos fuertes del viaje, tenía muchas ganas de verla, pero que quiere que os diga, la ciudad es muy grande, cuesta llegar al centro, mucha gente, mucho calor, teníamos que tirar de 2 niñas más interesada en meterse en las fuentes que en ver la catedral, bueno que está bien, pero no creo que estuviese en el top 10 del viaje. Tras pasear un ratito por el centro peatonal, vamos las calles de las tiendas, fuimos a ver la catedra. Es bonita por fuera, era como las típicas iglesias de todos pueblos que visitamos pero a lo grande. Por dentro lo más chulo las vidrieras, y la famosa huella del diablo, que si queréis saber la historia buscarla en internet, de allí a Marientzplatz sin duda lo mejor de Múnich, la plaza central, con los ayuntamientos viejo y nuevo.

El nuevo creo que es el edificio más emblemático de la ciudad, un edificio superrecargado pero muy bonito, y lo puedes visitar por dentro, es curioso recorrer los pasillo con otros turistas con las oficinas funcionando justo al lado. En el patio central hay un restaurante italiano muy curioso, pero nosotros comimos justo frente a la puesta principal de la catedra, si, en las escaleritas de una gran fuente, a la sobrita de unos árboles mientras las niñas se daban un pequeño chapuzón con otros turistas.


Y ya está, quizás nos faltaba el palacio real, pero no mucho más, ah y el Alianz Arena, que cuando se lo insinué a Marga me dijo, ni de coña, pero poner en internet 10 sitios que ver en Munich, si, en muchas páginas sale un estadio de futbol, eso es para reflexionar. Teníamos una horita más hasta Bad Kolhgrub donde estaría nuestra base de operaciones para los próximos días, al fin los Alpes.




Nuestro primer día de montaña nos tocó visitar la joya de la corona, Garmisch-Partenkirchen, justo en la frontera con Austria. Es el pueblo alpino Alemán por excelencia, no sólo porque se respira montaña por todos lado, no sólo por sus increíbles pistas de esquí y saltos, sino que además está al pie de la montaña más alta de Alemania el Zugspitze de casi tres mil metros.

Decidimos ir a las afuera, al pequeño pueblo de Grimau, cerca de donde suben las telecabinas al Zugspitzer y el Apspitzer a unas pequeñas gargantas que descubrí por casualidad, gargantas del infierno o algo así. Pensé que con el calor que hacía al menos ahí se estará fresquito. Por cierto, una pequeña reflexión de los telecabinas, cada uno que haga lo que quiera con su dinero, pero gastarme 100€ por el hecho de subir cómodamente a una montaña y decir he estado, como que no va conmigo. Serán chulas las vistas (si no está nublado arriba, que es muy probable que pase y veas más bien poco), pero esa no es mi idea de lo que es ir a la montaña, aunque claro es sólo mi opinión.

Bueno que nos costó encontrar es sitio, y encima estaba tan lleno que solo pudimos aparcar en una zona donde daban 2h, pero mereció la pena. Empieza por un camino precioso en un bosque junto a un río. Lo que hace que la temperatura sea genial. Un paseo muy bonito hasta que se empieza a inclinar, el primer tramo se hace sin dificultad, pero cuando empezamos a llegar a la pared de las grandes montañas la cosa se pone divertida. Subes por un senderíto pegado a la pared, ganando altura. Cada vez ves el valle más abajo, esto si que son vistas increíble, tardas en llegar casi una hora a las escalera de acceso a la garganta. Uno ruta increíble, 400m de desnivel en unos 3KM. Cristina se portó como una campeona y Martina ni se inmutó del cangurito.

Una pena que no pudiésemos rematar entrando en la Garganta, ya era suficiente para ellas y el coche abajo no daba tiempo para más, os aseguro que para unas niñas de 2 y 6 años ya tenía mucho mérito. Como curiosidad diré que justo antes de entrar en las gargantas hay un desvío que te lleva a unos refugios a casi dos mil metros para atacar los gigantes que teníamos encima, se nos pusieron los dientes largos, ya está incluido en mi lista de “Sitios a visitar durante mi vida”. La bajada muy rápida, como Martina se quedó dormida aceleré, y en menos de 45min llegué al coche y Marga y Cris 10 min después.

Además, Cristina aprendió una lección tremenda, cuando subíamos vimos una botella de cerveza junto al río, y le explicamos que eso es inamisible, que el campo se deja siempre más limpio que cuando se llega y blablablabla. No me pude sentir más orgulloso cuando estaba sentado esperando que llegasen y la vi aparecer con la botella en la mano, se levó toda la bajada diciéndole a la madre que le avisase cuando llegasen a la botella, mi chica. Hay que educar a los niños, porque creo que tenemos muy idealizados a los alemanes, y algunos son un poco guarretes, si no ir a un lago un día de calor, eso de recoger toda la basura!!!

Justo a la hora de comer nos fuimos al Eibsee, un lago alpino. El sitio es precioso, uno de esas estampas idílicas de los Alpes, con el problema que estaba lleno de gente. Pero bueno, el lago tenía aguas muy trasparentes y con el calor que hacía, nos buscamos un sitito para comer y al agua pato, un plan fantástico para descansar de la caminata. El día había dado ya mucho de sí, tocaba volver a casa, mañana más.


El siguiente día nos tocaría sufrir las interminables obras y atascos de Alemania, queríamos visitar la abadía de Benediktbeuern y casi desistimos, un laberinto de carreteras en obra, nos costó muchísimo llegar. Tenía muchas ganas de visitar este monasterio por la historia que tiene del descubrimiento de la partitura de Carmina Burana, pero no es nada especial. Para empezar es un pocos complicado de visitar, resulta que junto al monasterio hay un albergue de peregrino, y fuimos al albergue, preguntamos en recepción pero dimos con una de las 2 únicas personas de todas las que hablé durante el viaje que no sabían ingles, nos tuvimos que ir sin enterarme de nada. Me fui directo a la iglesia y casi sin querer entré en un museo, creo que había que pagar pero cuando me di cuenta estábamos dentro, bicheamos un poco y no vi nada interesante por lo que nos fuimos a la iglesia del monasterio, es bonita pero nada especial.


En resumen, que el monasterio es mucho más bonito por fuera que por dentro, si no os coge de paso no venir, eso si es un punto importante del camino de Santiago alemán y tiene mucha información, nos dimos cuenta que hay gente que hace el camino desde aquí, casis nada, y ver todo eso si que nos encantó.


Siguiente objetivo Bad-Tölz. Es una pequeña ciudad muy bonita que merece la pena una pequeña parada. Tiene una calle principal muy animada llena de bares y tiendas, con edificios típicos de la zona, es muy agradable el paseo, por ahí y las callecitas anexas, la zona turísitica es pequeña y se ve muy rápido. Paramos a tomar una cervecita y nos fuimos al río de la ciudad, tenía un parque lleno de gente tomando el sol y bañándose, el sitio ideal para hacer el picnic de hoy.


A la salida está Blombergbahn una pequeña montañita donde se pueden hacer actividades y hay atracciones para los niños. Lo habíamos descartado pero como no era muy tarde paramos a verlo, no era plan de subir en los telesillas y la mayoría de las atracciones estaban paradas, hacía un calor de muerte, Cristina se subió a unas camas elásticas y casi le da algo, en fin que ya nos íbamos cuando no pude resistirme, y nos subimos en una especie de montaña rusa que te sube a la montaña y luego va bajando por un bosque. Una pasada, Cris y yo disfrutamos como enanos, y esto no era nada para lo que nos quedaba mañana. 

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