En nuestro cuarto día decidimos
recorrer la costa norte de la highlands, el día más propio de la costa de
Huelva que de la misma Escocia, soleado y casi caluroso, sin duda el mejor de
todos los del viaje. Nuestro primer destino Buckie, una preciosa ciudad de la
costa donde pudimos pasear tranquilamente y ver uno de esos espectáculos que
montan los protestantes en sus iglesias, pantallas gigantes tipo karaoke,
canciones, etc. Además les encanta eso de que algún curioso entre, les invitan
a sentarse y participar con ellos, casi tuvimos que escaquearnos sin que nos
viesen, Buckie es una de esas ciudades pesquera, donde tradicionalmente las
mujeres llevaban el pescado de sus maridos a las ciudades del interior, la ruta
se ha convertido en un camino, tipo Camino de Santiago, en pequeñíto claro, otra
actividad pendiente.

Siguiendo por la costa norte está
Banff, hicimos una parada a comprar, aprovechamos el buen tiempo para dar un
paseíto por la playa, y de casualidad vimos uno de esos cementerios que ya he
comentado, pequeñito pero de lo más tétrico, lo más sorprendente es que
encontramos tumbas del siglo XV, y de cementerio a cementerio, el de Macduff,
este si que es espectacular, gigantesco, en una montaña en la que se divisa
toda la costa, merece mucho la pena pasear por el. A partir de ahí la carretera
de la costa se hace más estrecha y sinuosa, los pueblos más pequeño y los
acantilados más abruptos, paramos a comer en una pequeña calita que encontramos
también por casualidad, entre gigantescos acantilados y con bastante gente
bañándose aprovechando un día de verano escocés, verano, pero os aseguro que yo
no me bañaría.

Fraseburgh es la siguiente gran
pueblo de la ruta, el pueblo es bonito con sus iglesias típica escocesas, pero
lo mejor es el paseo marítimo que tiene, una gigantesca playa por la que dimos
un gran paseo y donde Cristina les dejó un “regalito” a los escoses, ahí quedó.
Además encontramos un parquecito para que Cris se montase en los columpios, es
curioso, porque toda la zona es de césped y el parque lo hacen de arena, estos
escoceses están locos. Cris disfrutó con los el parque y su papa también
J.

Y del tirón a Aberdeen, no
queríamos llegar hoy tarde al hotel, así que sin parar hasta allí, lo que hizo
que nos diese tiempo a ver la ciudad. Nos sorprendió muchísimo, el centro está
lleno de edificio espectaculares, la universidad, el ayuntamiento, el palacio
de justicia, no aparece en ninguna guía pero merece la pena una pequeña
paradita para verla, como curiosidad ese día jugaba allí la Real Sociedad y
estaban los pubs llenos de aficionados de los 2 equipos, la verdad que por
momentos daba hasta miedo, quizás no entiendo yo muy bien eso de la “fiesta”
del futbol. Lo peor, que eran las 8, y con Cris no nos dejaban entrar en ningún
lado, así que a tirar de McDonald otra vez.

Para nosotros este iba a ser el
día de los castillos, me dijo Marga, no te pases 2 como mucho, que difícil
elegir, los alrededores de Aberdeen están repletos y además está la Royal
deeside, el camino donde os reyes y nobles tradicionalmente habían puesto sus
mansiones. Pero me pasé de frenado, porque me fui directamente a Balmoral,
supuestamente el más espectacular, pero sorpresa, la reina estaba en él y lo
habían cerrado, el simpático dependiente de la tienda de regalo nos dijo que
era imposible ver el castillo desde la carretera. Así que al siguiente, el de
Braemar, que ya tiene nombre, el castillo más feo de toda Escocia. La fachada
principal, que es la única que merece la pena, estaba llena de andamios, ni
entramos a verlo, vaya decepción el día de los castillos.

Así que cambio de tercio, nos
fuimos directamente a Braemar, el acceso al parque nacional de Caimgorn, aquí
están las montañas más altas de Escocia (quitando el Ben Nevis) y el paisaje
cambia radicalmente, otra vez parece que estamos en la zona de Fort William, la
zona es preciosa. En la oficina de turismo le intenté explicar a la muchacha que
quería un mapa de la zona de las altas cumbres, pero se ve que eso del
alpinismo no es muy típico, porque me insistió una y otra vez que estaban muy
lejos y era muy difícil llegar, así que por mucho que le dije, me tuve que
conformar con un plano de rutas alrededor del pueblo, en fin, que hicimos el
principio de una por un precioso bosque de pinos, y hubiese sido bonito llegar
a lo alto de la colina, pero hay que ser consciente que no llevábamos una niña
de 2 años y nos volvimos a medio camino.

Para llegar lo más cerca posible
de las altas cumbres, cogimos la carretera que lleva al nacimiento del río Dee,
preciosa, pero se acaba justo en una pequeña garganta donde el río el rio forma
una catarata espectacular, bonito sitio para sacar el picnic y comer. Y directos
a Glenshee, creo que es el puerto de montaña más alto de Escocia, y justo
arriba, una pista de esquí, el problema es que empezó a llover y ya no pararía
en toda la tarde, así que ni paramos en Perth, nuestro siguiente destino,
cuando lo circunvalamos caía una tremenda tromba de agua y decidimos ir directo
a nuestra casa para los siguientes 4 días. Un Hotelito, familiar, de 3
habitaciones en Falkland. La verdad que no pasamos nada mal allí el resto de la
tarde, tenía un pub muy “rustico” con su chimineita y todo, y allí no nos
pusieron pegas de que estuviese Cris, y un restaurante sorprendente, comimos 2
noches y eran platos muy elaborados, no parecía comida Británica.

Sábado en Edimburgo. Hoy era el
día grande, la visita a la capital, y a la más turística, pero la primera
impresión fue, dios mío donde estoy. Edimburgo es principalmente la famosa Royal
Mile, supongo que tendrá más cosas, pero para un día con la Royal Mile tienes
más que de sobra. El problema es que coincidía con el festival de teatro, creo
que el más importante del mundo y nada más entrar en la susodicha calle, miles,
pero miles de personas viendo los cientos de teatrillos callejeros que forman
parte del festival. En resumen, que era casi imposible andar, para mi la
sensación no fue de asombro, fue literalmente de agobio.

Decidimos ir dirección al
castillo, y la primera parada fue la catedral de St Giles, un pequeño oasis de
calma al entrar, y muy bonita por cierto, pero había que volver a la marabunta,
así que si más parada directos al castillo. Que por cierto montan una
gigantesca estructura de gradas en la entrada para unos espectáculos de
gaiteros durante el festival, digo yo que será bonito verlo, pero a mi lo que
hacía era quitarme la vista del castillo desde la Royal Mile. El castillo en
sí, un poco destartalado pero merece la pena, un conjunto de edificios de
distintas épocas construidos en lo alto de la colina, desde la que tienes unas
vistas espectaculares.
Visitarlo concienzudamente
llevaría horas, cada edificio es casi un museo y no era plan de llevarse allí
hasta las tantas, así que escogimos lo que nos llamó más la atención, las
mazmorras, la pequeña capilla santa Margarita del siglo XII, que es el edificio
más antiguo de Edimburgo, el mausoleo a los muertos en las distintas guerras,
el curioso cementerio de perros y sobre todo las joyas de la corona con la
famosa piedra de Scone, de origen mítico y sobre al cual se han coronado los
reyes escoceses y británicos desde hace 1200 años, que ha estado durante 800
años en Londres y que solo hace 20 volvio a Escocia.

Pues si, merece la pena el
castillo y casi sin darnos cuenta nos han dado las 3 de la tarde, así que volvemos
Royal Mile hacia abajo esquivando gente y de repente un respiro, cruzamos North
Brigde y la calle se calma un poco, y empezamos a disfrutar de Edimburgo, la de
las tiendas especializadas, había tienda que vendían adornos de árbol de
navidad abiertas en pleno agosto, por cierto compramos uno, la de los pequeños
rincones, como el cementerio donde está enterrado Adam Smith, los callejones o close como lo llaman allí,
ahora si estamos disfrutando y todo sin salir de la famosa calle. Y al final
del todo el parlamento y el palacio real. Al que llegamos justo a la hora del
cierre. Cristina ahora si estaba disfrutando
https://www.youtube.com/watch?v=iJtnrpZxxfM&list=UUPaG1pL8VfTCuoOAyGydsmg

Aún tuvimos tiempo de cruzar las vías
y descansar en un parque desde donde se disfrutaba de unas vistas preciosas del
castillo, lo digo siempre no corráis pensando que lo queréis ver todo por si no
volváis más. Hacerlo todo con tranquilidad y si no lo veis todo, ya tenéis la
excusa para volver, aunque entre nosotros y no se lo contéis a nadie, Edimburgo
sigue en mi lista, pero muy al final. Apenas ya nos dio tiempo de ir al puerto
para ver el famoso Britania que está allí como museo, pero las 7 de la tarde ya
es media noche en Escocia y está todo cerrado así que sólo lo podremos ver por
fuera. Y vuelta por la carretera de la costa para ir viendo la bahía.

Quedaba la última aventura del
día, donde comer con Cristina a las 8 de la noche, hasta 2 pueblos nos
recorrimos de cabo a rabo y no había un solo sitio para comer con un niño a esa
hora, así que por una vez diré que el GPS sirve para algo, pusimos buscar
restaurante, vimos un Mcdonnald le dimos a ir y en 10 min estábamos comiendo en
un area de servicio de la carretera, no en el Mcdonnald sino en una especie de
restaurante americano de enfrente. Las cenas en Escocia han sido un poco
complicadas.