
Estaba claro que este verano
tocaba volver a Europa, Martina ya tenía 2 años y las dos me estaban volviendo
loco con que querían coger un avión, así que buscamos de nuevo un sitio con
vuelo directo desde Sevilla, que me llamase la atención y que hubiese montaña
por supuesto. Y allí estaba Baviera, más concretamente su zona sur, para mi el
sitio perfecto para pasar nuestras vacaciones de verano y como contaré a
continuación no estaba ni mucho menos equivocado.

El viaje de ida tuvo su
complicación, a veces pienso que es casi un milagro que algo no se te estropeen
las vacaciones, sobre todo si la reservas con tantos meses de antelación,
huelgas continua en aerolíneas y aeropuertos que sorteamos de casualidad,
amenaza de varicela de la chica, y hasta 2 veces nos cambiaron el horario del
vuelo en estos meses, y 2 veces tuve que rehacer todo el itinerario. Lo dicho
un milagro que el 30 de Julio el avión “solo” saliese con 2h de retraso, pero
eso supuso que llegásemos al pequeño aeropuerto de Memminger a las 12 de la
noche, y allí a las 12 no hay nada, ni tan siquiera taxis. Menos mal que había
un servicio de guardia en Hertz (pagando 40€ extras) y la mujer vino del pueblo
expresamente a darnos el coche. Al fin a la una de la madrugada teníamos el
coche, y aún había mucha gente en la cola de los taxis que llegaban con
cuentagotas. Y por último lo que nos costó encontrar el Hotel en Mindelheim, asi
que hasta a las 2 de la mañana no puede apagar las luces de nuestro cuarto, lo
dicho que estrés.

Al día siguiente me levanté a las
8 de la mañana, me había quedado intranquilo con donde aparqué, así que salí
solo y tras ver que estaba todo en orden decidí dar un paseo por en centro del
pueblo. Muy bonito, el centro casi peatonal, muy limpio y ordenado, lleno de
edificios típicos Bávaros, en la plaza central estaban montando un mercado de
comida muy curioso, me gustó mucho el pueblo, así que volví al hotel a tocar
diana y nos fuimos a desayunar al pueblo. Por cierto, ya sé que hacía calor
(10º menos que en Sevilla, pero 33º para Alemania es calor), pero me parece
excesivo lo de las heladerías, una en cada esquina y desde las 8 de la mañana
los alemanes comiendo helados, hasta me costó encontrar una pastelería.

A eso de las 10 empezaba a apretar
el calor, y Cristina descubría uno de
sus aficiones en el viaje, bañarse en las fuentes de los pueblos, claro que no
fue ocurrencia mía, ya estaban llenas de niños jugando, y nosotros no íbamos a
ser menos. De Aquí a Múnich, una horita por autopista sonde descubrimos otro
cosa típica alemana, las obras y los atascos, por dios, que esperan a verano
para arreglar todas la carreteras? Y como se nota lo poblada que está Alemania,
no hubo en el viaje ni una solo carretera que no estuviese llenita de coches.

En fin, que para mi Múnich era
uno de los puntos fuertes del viaje, tenía muchas ganas de verla, pero que
quiere que os diga, la ciudad es muy grande, cuesta llegar al centro, mucha
gente, mucho calor, teníamos que tirar de 2 niñas más interesada en meterse en
las fuentes que en ver la catedral, bueno que está bien, pero no creo que
estuviese en el top 10 del viaje. Tras pasear un ratito por el centro peatonal,
vamos las calles de las tiendas, fuimos a ver la catedra. Es bonita por fuera,
era como las típicas iglesias de todos pueblos que visitamos pero a lo grande.
Por dentro lo más chulo las vidrieras, y la famosa huella del diablo, que si
queréis saber la historia buscarla en internet, de allí a Marientzplatz sin
duda lo mejor de Múnich, la plaza central, con los ayuntamientos viejo y nuevo.

El nuevo creo que es el edificio
más emblemático de la ciudad, un edificio superrecargado pero muy bonito, y lo
puedes visitar por dentro, es curioso recorrer los pasillo con otros turistas
con las oficinas funcionando justo al lado. En el patio central hay un
restaurante italiano muy curioso, pero nosotros comimos justo frente a la
puesta principal de la catedra, si, en las escaleritas de una gran fuente, a la
sobrita de unos árboles mientras las niñas se daban un pequeño chapuzón con
otros turistas.
Y ya está, quizás nos faltaba el
palacio real, pero no mucho más, ah y el Alianz Arena, que cuando se lo insinué
a Marga me dijo, ni de coña, pero poner en internet 10 sitios que ver en
Munich, si, en muchas páginas sale un estadio de futbol, eso es para
reflexionar. Teníamos una horita más hasta Bad Kolhgrub donde estaría nuestra
base de operaciones para los próximos días, al fin los Alpes.

Nuestro primer día de montaña nos
tocó visitar la joya de la corona, Garmisch-Partenkirchen, justo en la frontera
con Austria. Es el pueblo alpino Alemán por excelencia, no sólo porque se
respira montaña por todos lado, no sólo por sus increíbles pistas de esquí y
saltos, sino que además está al pie de la montaña más alta de Alemania el
Zugspitze de casi tres mil metros.

Decidimos ir a las afuera, al
pequeño pueblo de Grimau, cerca de donde suben las telecabinas al Zugspitzer y
el Apspitzer a unas pequeñas gargantas que descubrí por casualidad, gargantas
del infierno o algo así. Pensé que con el calor que hacía al menos ahí se
estará fresquito. Por cierto, una pequeña reflexión de los telecabinas, cada
uno que haga lo que quiera con su dinero, pero gastarme 100€ por el hecho de
subir cómodamente a una montaña y decir he estado, como que no va conmigo.
Serán chulas las vistas (si no está nublado arriba, que es muy probable que
pase y veas más bien poco), pero esa no es mi idea de lo que es ir a la
montaña, aunque claro es sólo mi opinión.

Bueno que nos costó encontrar es
sitio, y encima estaba tan lleno que solo pudimos aparcar en una zona donde
daban 2h, pero mereció la pena. Empieza por un camino precioso en un bosque
junto a un río. Lo que hace que la temperatura sea genial. Un paseo muy bonito
hasta que se empieza a inclinar, el primer tramo se hace sin dificultad, pero
cuando empezamos a llegar a la pared de las grandes montañas la cosa se pone
divertida. Subes por un senderíto pegado a la pared, ganando altura. Cada vez
ves el valle más abajo, esto si que son vistas increíble, tardas en llegar casi
una hora a las escalera de acceso a la garganta. Uno ruta increíble, 400m de
desnivel en unos 3KM. Cristina se portó como una campeona y Martina ni se inmutó
del cangurito.

Una pena que no pudiésemos
rematar entrando en la Garganta, ya era suficiente para ellas y el coche abajo
no daba tiempo para más, os aseguro que para unas niñas de 2 y 6 años ya tenía
mucho mérito. Como curiosidad diré que justo antes de entrar en las gargantas
hay un desvío que te lleva a unos refugios a casi dos mil metros para atacar
los gigantes que teníamos encima, se nos pusieron los dientes largos, ya está
incluido en mi lista de “Sitios a visitar durante mi vida”. La bajada muy
rápida, como Martina se quedó dormida aceleré, y en menos de 45min llegué al
coche y Marga y Cris 10 min después.

Además, Cristina aprendió una
lección tremenda, cuando subíamos vimos una botella de cerveza junto al río, y
le explicamos que eso es inamisible, que el campo se deja siempre más limpio
que cuando se llega y blablablabla. No me pude sentir más orgulloso cuando
estaba sentado esperando que llegasen y la vi aparecer con la botella en la
mano, se levó toda la bajada diciéndole a la madre que le avisase
cuando llegasen a la botella, mi chica. Hay que educar a los niños, porque creo
que tenemos muy idealizados a los alemanes, y algunos son un poco guarretes, si
no ir a un lago un día de calor, eso de recoger toda la basura!!!

Justo a la hora de comer nos
fuimos al Eibsee, un lago alpino. El sitio es precioso, uno de esas estampas
idílicas de los Alpes, con el problema que estaba lleno de gente. Pero bueno,
el lago tenía aguas muy trasparentes y con el calor que hacía, nos buscamos un
sitito para comer y al agua pato, un plan fantástico para descansar de la
caminata. El día había dado ya mucho de sí, tocaba volver a casa, mañana más.

El siguiente día nos tocaría
sufrir las interminables obras y atascos de Alemania, queríamos visitar la
abadía de Benediktbeuern y casi desistimos, un laberinto de carreteras en obra,
nos costó muchísimo llegar. Tenía muchas ganas de visitar este monasterio por
la historia que tiene del descubrimiento de la partitura de Carmina Burana,
pero no es nada especial. Para empezar es un pocos complicado de visitar, resulta
que junto al monasterio hay un albergue de peregrino, y fuimos al albergue,
preguntamos en recepción pero dimos con una de las 2 únicas personas de todas
las que hablé durante el viaje que no sabían ingles, nos tuvimos que ir sin
enterarme de nada. Me fui directo a la iglesia y casi sin querer entré en un
museo, creo que había que pagar pero cuando me di cuenta estábamos dentro,
bicheamos un poco y no vi nada interesante por lo que nos fuimos a la iglesia
del monasterio, es bonita pero nada especial.

En resumen, que el monasterio es
mucho más bonito por fuera que por dentro, si no os coge de paso no venir,
eso si es un punto importante del camino de Santiago alemán y tiene mucha
información, nos dimos cuenta que hay gente que hace el camino desde aquí,
casis nada, y ver todo eso si que nos encantó.

Siguiente objetivo Bad-Tölz. Es
una pequeña ciudad muy bonita que merece la pena una pequeña parada. Tiene una
calle principal muy animada llena de bares y tiendas, con edificios típicos de
la zona, es muy agradable el paseo, por ahí y las callecitas anexas, la zona
turísitica es pequeña y se ve muy rápido. Paramos a tomar una cervecita y nos
fuimos al río de la ciudad, tenía un parque lleno de gente tomando el sol y
bañándose, el sitio ideal para hacer el picnic de hoy.
A la salida está Blombergbahn una pequeña montañita
donde se pueden hacer actividades y hay atracciones para los niños. Lo habíamos
descartado pero como no era muy tarde paramos a verlo, no era plan de subir en
los telesillas y la mayoría de las atracciones estaban paradas, hacía un calor
de muerte, Cristina se subió a unas camas elásticas y casi le da algo, en fin
que ya nos íbamos cuando no pude resistirme, y nos subimos en una especie de
montaña rusa que te sube a la montaña y luego va bajando por un bosque. Una
pasada, Cris y yo disfrutamos como enanos, y esto no era nada para lo que nos
quedaba mañana.
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