Este año hemos retomado nuestro
viaje del Puente de Diciembre. La verdad que nos ha costado trabajo dejar las
peques atrás, pero nos venía bien una escapadita a Marga y a mí, así que
decidimos ir a Berlín, una ciudad que me llamaba bastante la atención, de las
grandes de Europa que aún no había ido y una ciudad que aunque Marga ha estado
más de 10 veces por motivos laborales no conocía en absoluto. No ha sido fácil
ir, la única opción para ir el miercoles era un avión desde Málaga haciendo
escala en Bruselas.

Un viaje un poco pesado, tardamos
más de 12h en llegar al aeropuerto de Tegel, y de ahí sólo 15min al Hotel que
estaba en una zona céntrica, la verdad que le trasporte público funciona muy
bien, y curioso, no hay que picar en ningún lado, ni tornos ni nada, se basan
en un sistema de confianza, tu entras y si no viene un revisor el billete ni lo
sacas. No penséis mal , nosotros sacamos por internet un bono de 3 días para
coger trasporte ilimitado, y ni una sola vez nos pidieron el ticket, dicen que
suelen pillarte y son multas de 60€, sólo lo digo como dato no para que os
escaqueéis.

Mi primera impresión de Berlín
fue muy positiva, será que el autobús paró en la puerta de la imponente iglesia
de Wilhelm, una iglesia de finales del SXIX destrozada durante la segunda
guerra mundial que a alguien se le ocurrió la brillante idea de restaurar de
una manera muy moderna pero dejando el campanario antiguo medio derruido, el
resultado sobrecoge, te puedes hacer una idea de lo que fue el Berlín de final
de guerra, dentro hay una exposición que lo explica. Junto a la iglesia un mercadillo navideño muy
animado por el pasearíamos varios días. Esa noche tocó cenar un italiano que
estaba junto al Hotel y a la cama que ha sido un día duro y mañana debemos
empezar a explorar la ciudad.

No sé muy bien cómo explicar
esto, me ha gustado la ciudad porque está llena de sitios muy curiosos,
cafeterías en plan bohemio, restaurante de todo tipos, tiendas para todos los
gustos, pero Berlín no es una ciudad bonita, no es monumental, es una ciudad
nueva, y por cierto muy tranquila sin apenas tráfico, poca gente en la calle,
silenciosa y si me apuras oscura, las calles donde no hay iluminación de
Navidad apenas se veía por la noche, las tiendas tienen una iluminación
discreta y las farolas apenas iluminan. Alguien podía decir, es una ciudad fea
y seguramente acierte, Berlín es para vivir otras cosas de lo que un turista
normal suele querer.

El jueves por la mañana nos
levantamos tranquilamente y paramos a desayunar en uno de esos lugares pintorescos,
fantástico desayuno, de ahí autobús a la puerta de Brandeburgo. Este es el
primer gran símbolo de Berlín, no es que sea una gran cosa, pero el entorno es
bonito y es uno de los monumentos más representativo de Alemania, tienes esa
sensación de estar ante algo importante. Decidimos buscar los Tours gratuitos
que da por muchas ciudades la empresa Sandeman, pero resulta que están a tope
(no sabía que había que reservar) y nos dicen que volvamos a las 11 por si hay
alguien que no se presenta.

Como teníamos 40 minutos, fuimos
a ver el memorial del Holocausto Judío. Curioso monumento de 2711 bloques de
hormigón (número primo) de formas distintas que forman una especie de laberinto.
Pretenden crearte una especie de angustia, pero hay que tener cuidado porque provoca
a que te pongas a jugar al escondite y claro, representa algo tan serio que te
sientes mal después de hacer el tonto entre los bloques. Bueno, vuelta a la
puerta de Brandeburgo y parece que hay suerte haremos el tour gratuito de 3
horitas por Berlín. Bueno, gratis es, pero al final es normal dejar una
propinilla, además durante el Tour intentan venderte alguno de los Tour de pago
y nosotros picamos, pero no nos arrepentimos, ni mucho menos, aunque de eso
hablaremos más adelante.
Nuestro Guía, Marc, empezó por la
puerta de Brandeburgo, el memorial y de ahí al bunker donde murió Hitler,
imposible encontrarlo si no te lo dicen, realmente no ves nada, simplemente
pasas por encima, el bunker está tapiado, cerrado y enterrado, sin ningún
cartel y es que me da la impresión que en Alemania siguen muy avergonzado de su
historia. De ahí al ministerio de hacienda, antiguo ministerio de aire de
Hitler, es el único edificio de arquitectura Nazi que queda en pie y por fin el
otro gran símbolo de Berlín, el muro.

Del muro se pueden escribir
libros, solo diré que para mí su caída en 1989 representa posiblemente el hecho
histórico más importante que yo he podido ver en directo por la tele. Más de
150Kms de los que solo quedan pequeños trozos en pie. Uno, este que vimos cerca
del centro, apenas 200m si no supieras lo que sirnificó te parecería un pequeña
pared de un edificio en ruinas. Era increíble poder estar ahí delante
tocándolo, haciendo fotos, videos. Tal fue así que el grupo paró 30 min, y
nosotros seguimos allí. Además así pudimos ver por encima la Topografía del
terror, un pequeño espacio donde se exponen fotos de la época del Nazismo.

Llegamos justo a la cafetería
donde estaba el grupo y cometimos el gran fallo del viaje, tomar un vino
caliente, y para más inri, le echamos ron. Eso está asqueroso, es como si metes
un vaso de vino Don Simón en el Microondas. Por todos lados lleno bares con
gente tomándolo, a mí ya solo el olor me entraban ganas de vomitar, al menos
nos calentó mientras seguíamos la visita. Siguiente punto Check Point Charlie.
Aquí lo consideran un timo, el Disneylandia de Berlín, todo es postizo nada
rea, montado para los turistas, pero bueno, lo importante es lo que representa
y las historias que nos contó el guía, historias reales de lo que aquí pasó,
así nos lo
corroboraron.

Para terminar dos plazas,
Gendarmenmark, que dicen que es la plaza más bonita de Berlín, aunque eso no
tiene mucho mérito. Es una plaza del S XVII y hay 2 iglesias exactamente igual
que se construyeron para simbolizar que en esta ciudad Luteranos y Católicos
podían convivir en paz, el problema fue el mercadillo navideño, no me dio ni un
solo sitio para hacer una foto, así que si queréis verla, mirar en internet. Y para finalizar la plaza de la ópera. Es una
de las que más me impresionó, pero no por la plaza, sino porque aquí fue donde
los nazis hicieron la famosa quema de libros de 1933, y hay un memorial en el
centro que me impactó, un cristal pequeño que te asomas y ves un espacio de
estanterías vacías bajo la plaza con el espacio que ocuparía los miles de
libros que se quemaron.

Y fin de la visita guiada, la
verdad que mereció la pena, y el precio lo marcas tú, sin compromiso. Seguimos
haciendo una breve vista al memorial de las guerras y a la catedral. Pero como
se hacía tarde decidimos no entrar e ir a Alexanderplatz para coger el metro
hacía el East Side Gallery. Por cierto Alexanderplats es una famosísima plaza
que recomiendan en todas las guías, aún me estoy preguntando el porqué, es fea,
no vi ningún restaurante ni tienda a destacar, lo único la famosa torre de la
televisión, de 368m. No sé si es o fue el edificio más alto de Europa, pero tan
poco me llamó la atención que no le hice ni una foto, supongo que de arriba las
vistas son espectaculares, pero ni hicimos el intento.

Antes del East Side Gallery
tocaba comer, creo que eran casi las 16:00, pero algo rápido que no queremos
ver el muro de noche, así que se me antojó una hamburguesería muy recomendada
en tripadvisor, Burgermeister. El poder de tripadvisor, una haburguesería
cutre, en un sitio imposible de encontrar si no lo pones en internet, y lleno a
rebosar, la comida muy muy rica, mereció la pena, aunque nosotros sólo
esperamos 15 minutos, se nota que no era hora punta, dicen que las colas llegan
a 1h normalmente.

Y por fin el East side Gallery,
un trozo de más de 1km del muro de Berlín donde están los grafitis más famosos,
es uno de esos sitios que tienes que ver alguna vez en tu vida, por lo que
representa el muro y porque a lo largo de tu vida muchas veces te harán
referencia a el o lo verás en televisión, y siempre tendrás una batallita que
contar. Es un paseo muy agradable de media hora en la que te puedes hacer fotos
con el grafiti del beso, el del coche, etc etc. Todo gratis y sin ninguna valla
de por medio como habíamos leído.

Para finalizar el día cenamos en
uno de esos restaurantes típico alemanes, el Dike Wirtin, lo había visto en
internet y menos mal que reservé. Pero que quiere que os diga, la comida típica
alema, de salchichas, codillos, chucrú.. no es mi fuerte. Marga se pidió una
carne que tenía una salsa con sabor al vino ese caliente, que asco por dios.
Menos mal que yo pedí el famoso schnitzel, vamos carne empanada, ni fu ni fa,
pero eran 2 trozos para comer 4 personas, de hecho todos se lo llevaban
envuelto las sobras a casa.

Al día siguiente no pudimos resistir
la tentación de volver a desayunar en “What do you Fancy Love”, y nos dejamos
recomendar por el chico tan amable que nos atendió el día anterior. Pedimos una
mezcla de yogur, muesli y frutas, delicioso. Nuestra primera visita del día era
el barrio judío. Bueno en realidad no sé si hay un barrio judío. Nos paramos
cerca de la catedral y aconsejado por un blog visitamos la nueva sinagoga, muy
chula por fuera, por dentro no sé estaba en obras. De ahí empezamos a andar
hacia el barrio de San Nicolás, pero hacía tanto frío que decidimos entrar en
el Museo de Pérgamo.

Berlín está lleno de Museos, pero
sobre todo destacan los de la llamada Isla de los Museos, nosotros escogimos en
este viaje ir a dos, hoy iríamos al quizás más famoso el de Pérgamo. Nos habían
asustado con las espera para entrar pero creo que estuvimos unos 30min en la
cola, tampoco es para tanto. El museo es impresionante, te dejan claro la
cantidad de objeto que “cogieron prestados” loa alemanes, vamos como los
ingleses o los franceses. En este museo en concreto tiene las piezas más
grandes, a parte del altar de Pérgamo (que vaya por dios la pieza más
importante y está en rehabilitación, no pudimos verlo), está la puerta del
mercado de Miletos , la Puerta de Ishtar o un techo de un palacio de la
alhambra. Todo a lo grande.

El museo está bastante bien y lo
ves en una hora más o menos, eso si le voy a poner 2 pegas. La primera las
audioguías (que menos mal que son gratis), a ver si se las curran un poco más,
son aburridas y poco intuitivas, vamos un tostón, señores que hacen las
audiguías, piensen en el visitante medio, con nivel cultural medio. Lo que me
interesa es que me guíen un poco por el museo y me cuente tres datos básicos y
pongan en valor la pieza, vamos que un historiador que viene a estudiar una
pieza no va a coger una audioguía. Y
segundo que manía con restaurar, o más bien falsificar cosas, la puerta de
Ishtar ya es lo suficientemente espectacular, no hace falta que hagas una
reconstrucción artificial de lo alrededor, ya no sabes ni que es real, hasta
junto a la puerta había una copia del famoso código de Hammurabi (que está en el
Louvre), repito no hay necesidad.

Tras nuestra visita volvimos a la
zona del Barrio de San Nicolas. Nos habían dicho que era el más bonito y
ciertamente lo es, de casas típicas alemanas, como si entrásemos en un pequeño pueblo alemán, pero son 2 calles
lo ves en 10 minutos. Así que como era tarde nos fuimos a comer a
Alexanderplatz y de ahí al parlamento que teníamos cita para ver la cúpula a
las 16:00. Señores gran descubrimiento, los alemanes no son tan cabeza cuadrada
como parece, por lo visto nos equivocamos y la cita era para el día anterior,
un lio con los mails que ahora no viene al caso, pero el chivo de la puerta,
supersimpático, hablo con la policía y les dijo que veníamos de España y que
habíamos cometido un pequeño error, los policías nos dejaron pasar. Lo que me
pregunto es cómo supo que venía de España si le hablé en inglés, o me delata el
aspecto o me delata mi inglés.

Pues menos mal que nos dejó
entrar, porque la visita merece mucho la pena, aconsejo a todo el que vaya a Berlín
que la reserve por la página del Bundestag, es muy fácil. Ya no es solo por
visitar la famosa cúpula que tiene unas vistas increíble de la ciudad, sino
también saber en el edificio en el que estamos, lo que representa actualmente y
lo que representó durante el SXX. Dice que todo los viernes por la tarde tienen
pleno, pero para que veáis que no sólo en España nos escaqueamos, aquí no había
ni el tato. Por cierto, y perdonar que vuelva con la matraca, señores de las
audiguías, antes de diseñar una, vengan al Bundestag, esta si que funciona
bien, clara, concisa, útil, y no había que darle ni a un botón, conforme
detectaba que íbamos por una zona se activaba y te explicaba dónde estaba y que
estabas viendo.

Al salir decidimos ir dando un
paseíto a la plaza Sony, y primera gran nevada, se levantó un increíble viento
y empezó a nevar fuerte, menos de 5 min que tardamos en llegar a la plaza Sony
pero casi me congelo, que frío. Ya en la plaza nos tomamos un cafelito
calentito y nos fuimos al centro comercial que hay al lado. La plaza, bueno,
está chula, pero tampoco hay que esperarse nada del otro mundo y el centro
comercial anexo es gigantesco, pero como los de España, para hacer alguna compra
que otra. Para terminar el día decidimos
cenar en el Saigon Green, un vietnamita típico de Berlín. Es un restaurante muy
recomendado y teníamos muchas ganas, pero a quien se le ocurre en la puerta de
al lado montar un restaurante que se llamaba Flavour Green, también vietnamita,
nos dimos cuenta del error cuando estábamos sentados y no coincidía con las
fotos que estábamos viendo en tripadvisor. Para mí fue un acierto, porque
comimos muy bien, muy tranquilos y muy bien atendidos, al salir me asomé al otro
y era un caos de gente. Nunca sabré cual hubiese estado mejor, pero hubiese
sido difícil que el Saigon mejorase lo del Flavour.

En nuestro último día decidimos
contratar la excursión al campo de concentración de Sachsenhausen a las afueras de Berlín. Habíamos dudado
mucho de si en un viaje tan corto perder más de medio día fuera de la ciudad,
pero os puede asegurar que mereció mucho la pena. Nos tocó madrugar para estar
sobre las 8:30 en la puerta de Branderburgo, el día estaba gris y justo cuando
nos metimos en el metro empezó a nevar. La nevada era cada vez más intensa,
cosa que nos permitió hacer unas fotos muy chulas.

Desayuno rápido en el Stuckbar y
todo el grupo a coger el cercanías hacia Orangeburg, pequeño pueblo residencial
a algo más de 1h de Berlín. Desde la estación de tren hay una caminata de unos
15 minutos hasta el campo de concentración, caminata que hicimos bajo luna
débil nevada que no nos impidió disfrutar del paseo. A ver, no voy a hacer un
drama de la visita ni un discurso político, todos sabemos lo que pasó y cada
cual tiene su opinión, solo diré que a mí, es de las cosas que más me ha
impresionado nunca, y que no es difícil que durante la visita no estés a punto
más de una vez de soltar alguna que otra lágrima. Tenemos que agradecer al guía
que fue más práctico que dramático porque si no todos acabamos llorando con
dramas personales y quizás no hubiésemos entendido algunas cosas.

La entrada es gratuita solo
tienes que pagar algo si quieres un mapa o una audioguía, y bueno no sé ni que
contar de esto. Visitas la torre de vigilancia de la entrada donde puedes ver
todo el campamento, de ahí pasas a la zona de prisionero por la puerta con la
famosa frase, “el trabajo os hará libres”, una cosa curiosa es que el guía nos
pidió no hacer fotos en la medida de lo posible, porque era un sitio un poco
“especial”, así que hice alguna disimuladamente hasta que al llegar a la puerta
nadie se pude reprimir, nadie iba a dejar de hacer una foto al cartel de la
frase, lo curioso es que no es original, los rusos lo quitaron.

En el campo se visita un par de
barracones que han reconstruido, un poco artificial y la cárcel, que si es la
original, porque además de un campo de concentración esto era una cárcel. Pero
lo más impresionante es el final, el muro de fusilamiento, las fosas comunes,
las cámaras de gas, aquí son pequeñas porque no era un campo de exterminio, y
no queda nada en pie, solo los cimientos y el horno donde quemaban a los
muertos, que casi no queda nada, pero lo poco que hay es estremecedor.

Y la guinda al final, la
enfermería (que también es la original), con las salas donde experimentaban con
los prisioneros y la de autopsia, vamos que se te ponía los pelos de puntas,
casi sin querer bajamos al sótano, y subimos por una rampa. Nos enteramos que
era por donde sacaban a los muertos en carretilla, yo miraba al suelo y me
parecía ver aún sangre, fui incapaz de pisarla y tuve que subir por la
escalerita anexa. Bueno y podría escribir páginas y páginas, de la historia del
nacismo, del campo de concentración,
pero esto se va a hacer muy largo, sólo digo que recomiendo mucho esta visita y
si es guiada mejor.

Comimos en el tren de vuelta y ya
por la tarde decidimos ir al Neues Museum, mas que nada porque era irresistible
no ver el busto de Nefertitis, pero la verdad que el mueseo está muy bien, es
un viaje por toda la historia alemana, y por supuesto incluye las miles de
piezas que los arqueólogos se trajeron de las múltiples excavaciones. Desde
momias de la prehistoria, hasta egipcias y cientos de piezas de la historia
medieval alemana, cosa que me alegró. Está muy bien y ordenado para ver la
parte que te interesa, pero un consejo, tirar el audioguía a la basura. Destaca
sobre todo el sombrero de oro que es una pieza impresionante de hace 3000 años,
pero que queda ensombrecido por el busto de Nefertiris, el único sitio que no
te dejan hacer foos en todo el museo, ojú que de gente en esa sala.

Y poco más, quisimos dejar para
la última cena la famosa salchicha al curry, que quiere que os diga, una
salchicha, espero que nadie venga sólo por comer esto y eso de hacer una hora
de cola en los sitios famosos, pues bueno, cada cual que pierda el tiempo como
quiera. Al día siguiente una vez más comprobamos el buen funcionamiento del
trasporte alemás, a las 4 de la mañana cogimos un tren casi de la puerta del
hotel hasta el aeropuerto, 40 min.

En resumen, Berlín no es una
ciudad monumental ni bonita, pero tiene una historia reciente muy apasionante
que hay que saber explotarla, quizás la ciudad con más historia del SXX, además
se ha convertido en una ciudad muy cosmopolita y agradable de pasear (aunque
claro mejor con un poco de más calor). Personalmente me ha gustado bastante y
quizás algún día me plantee en volver para seguir disfrutándola. Marga después
de sus 15 viajes a Berlín, resumió hace un par de día este viaje en una frase,
nunca he visto Berlín como lo he visto en esta ocasión.
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