Como todos los viajes este
también tiene una historia del porqué de su elección. Algo de montaña,
tranquilo y dentro de España. Y es que desde hacía unos meses estábamos
buscando al cuarto montañero y si la búsqueda daba sus frutos no queríamos
estar en algún país que no controlásemos que hacer si hubiese cualquier
problema. En definitiva que los Pirineos Gerundense eran buena opción, montaña
no muy alta, en España y en una zona de la que sólo conocíamos las pistas de
esquí en temporada. Y acertamos, el montañero llegó y esta expedición la
compondría cuatro miembros.

Base de operaciones Feitus, una
aldea perdida, de un pueblo perdido de una montaña perdida. La historia es que
sabía que mi tío Manolo, otro andaluz más de los que emigró a Cataluña hace
muchos años, tenía una casa por la zona, así que meses antes me puse en
contacto con él que me la ofreció inmediatamente. Genial casa gratis, pero
tenía sus inconvenientes, estaba tan perdida que no llegaba la luz, la placa
solar daba para las luces y poco más, sin tele, con nevera a gas, sin
congelador y sin agua caliente y por supuesto sin apenas cobertura móvil. Pero
esto eran minucias que solucionamos adaptando la dieta y calentando en el
hornillo de gas el agua de la ducha.

Lo que más nos costó, el acceso,
4,5Km de carretera local, donde el último eran unas rampas que el coche casi no
subía en primera, con el espacio justo y un barranco al lado acojonate, vamos,
rezando para no cruzarnos con nadie. Cada vez que subíamos o bajábamos ese km
íbamos con el corazón encogido (no es una carretera para un Opel Corsa), eso
si, lo subí y bajé tantas tardes corriendo que me conocía cada curva al
dedillo, hasta la de herradura a 700mtrs de la casa que en 10 subidas que haría
no tuve hu** de hacerla en una sola trazada. Pues si, suerte tuvimos porque
sólo se nos cruzó un coche el último día, cuando ya dejábamos la casa, y como
no con susto incorporado. Al dar marcha atrás la mujer sacó una rueda del
carril y la metió en el barranco. Estuvimos un buen rato hasta que volvió a
poner el coche en la carretera, ya me veía llamando a la grúa.

Pero lo cierto es que aunque
quería contar todo esto y la anécdota anterior, la casa era fantástica, una
casa de piedra preciosa en un entorno precioso, con una enorme tranquilidad,
por la noche se veía perfectamente la Vía Láctea, me recordaba el cielo de
Marruecos, y mi tío se desvivió porque estuviésemos cómodo, nos dejó todo lo
necesario de utensilios y comida. Y bueno centrándonos ya en el viaje en sí,
salimos el 3 de Agosto con madrugón, a las 7 el avión, a las 8:30 en Barcelona
y tras el susto, pensábamos que nos habían perdido la sillita de Cris que no
salía por la cinta de las maletas (y yo como iba a saber que esas cosas en
Barcelona salen por una cinta especia?), antes de las 12 estábamos en
Camprodón, El pueblo principal de la zona, donde estaba mi tio esperándonos.
Menos mal que nos esperó allí y no en Barcelona como estaba previsto en un
principio, porque cualquiera encontraba el camino de subida, así que le
seguimos y tuvimos nuestra primera toma de contacto con la carreterita, el en
su flamante 4*4 y nosotros en nuestro corsa, así cualquiera.

A la hora de comer, el se fue a
Barcelona y nosotros ya nos quedamos solo en nutra nueva casa, así que después
de la siesta le echamos valor y decidimos pasar la tarde en el pueblo.
Camprodón no es un pueblo especialmente bonito, alguna callecita, un Castillo
derruido en lo alto y sobre todo un puente medieval precioso perfectamente
restaurado. Lo más bonito eran los barrios de las afuera, mansiones
impresionante de los ricos de Barcelona que hicieron aquí su segunda
residencia, y sobre todo el ambiente que tiene, lleno de bares y tiendas de
productos tradicionales. Tras dar el paseo pertinente y comprar todo lo
necesario para pasar una semana en nuestra casa de campo volvimos para
descansar. Mañana será nuestro primer día completo en estas montañas.
Martes 4: Vall Nuria.

Nuestro primer día decidimos
subir a Vall Nuria, queríamos ilusionar a Cristina con eso de coger un tren.
Una horita de coche para llegar a Queralt, ya que estábamos buscamos el pueblo
más cercano para abaratar el transporte (aún así 20€ por cabeza), pero el
trayecto lo merece, subida preciosa, mucho túnel, pero los tramos exteriores
discurrían junto a un cañón donde
fluye un precioso río llenos de
cascadas, pozas, etc. Y lo mejor junto a él el famoso GR11. La transpirináica.
El camino nos ha acompañado todo el viaje, y casi se podría haber vertebrado
este escrito con él, ha tenido una vertiente muy emotiva, porque recordaba a mi
gran amigo Justo que tanto me hablaba de él, que tantas semanas pasó
recorriéndolo y que al final la vida hizo que no llegase a ver esta zona, y
otra lúdico_deportiva porque une valles preciosos por impresionantes pasos de
montaña, nos ha impresionado tanto que el proyecto ya está en marcha, eso sí es
un proyecto a muy largo plazo.

Bueno volviendo al tren, en 30
min estás arriba. Val Nuria es un Santuario (nada del otro mundo) alrededor del
cual se ha montado un complejo turístico de montaña, Hotel, albergue, pista de
esquí, lago artificial. Todo para que una familia cualquiera pase unos días en
la montaña. Es precioso bordear el lago, ir a los miradores. Pero lo que más le
gustaba a Cristina es la cantidad de animalitos que hay en la zona, la mayoría
domésticos puesto por el hotel para distintas actividades, paseo en poni, dar
de comer a los patos, etc etc. En un momento nos dio la hora de comer.

Tras comer bajamos de nuevo en
tren e hicimos una visita a Ripoll, bueno a su monasterio porque es lo único
que merece la pena. Me lo vendieron como la cuna del independentismo, pero la
verdad que quitando la exposición de la historia de Cataluña, tampoco te daría
mucha cuenta, hasta la de la entrada se disculpó por no tener los carteles en
Español, es por espacio me decía, no te preocupes, no tienes porqué
disculparte. Del monasterio, los he visto mejores, una portada espectacular,
que está luchando por que sea patrimonio de la humanidad, y un claustro bonito,
y para casa que amenaza lluvia y no quiero subir esa carretera lloviendo.
Miércoles 5. Vallter 2000.

El segundo día decidimos subir
por el mismo valle donde teníamos nuestra casita, el Valle del Ter, hasta lo
más alto que nos dejaba la carretera, la estación de Vallter 2000, a más de
2100 mtrs. Nuestra idea era buscar el nacimiento del río Ter y el refugio de
Ulldeter, siguiendo el GR11 que nos acompañaría hoy también, pero al preguntar
en la estación me despistaron y me dijeron que para ir al nacimiento debía
subir en el telesilla o seguir la pista de esquí junto al mismo. Ala, estamos
de montañismo, y aunque esté con una niña de 3 años y una embarazada a tirar de
patas toca.

La verdad que no sé si me pasé un
poco porque andamos unos 3Kms y subimos 400mtrs, hasta los 2600, lo más alto de
la pista. Cris se portó como una campeona, sólo tuve que llevarla en brazo en
las rampas más duras, que ya a cualquier persona “normal” le hubiese costado lo
suyo. En fin que en sólo una hora estábamos arriba, ante la sorpresa de todos
los turistas que veían cómodamente desde el telesilla como subíamos, arriba
todos la felicitaban, a ella ehh no a mi que estaba hecho polvo de tirar con la
mochila y 15kilos de niña en esos rampones.

Geniales vistas desde aquí
arriba, pero nos surgieron las primeras dudas, y el nacimiento del río? Y el
refugio?, tan sólo había un cartel donde decía que el antiguo refugio estaba
bajando un poco el río y el nuevo a unos 300mtrs de este. El despiste es que
habíamos subido por la pista y no por el GR, así que lo mejor era ir a buscar
el GR, y nuestra única referencia el paso de la Marrana, que veíamos a lo
lejos, por donde se veía gente y sabíamos que pasaba el camino. En apenas
200mtrs llegamos al nacimiento del Ter,
vaya pues esto estaba cerca, una fuentecilla pequeña que brota entre unas
piedras, más testimonial que bonito, además es el inicio de la ruta del Ter,
otra de esas múltiples que han habilitado aprovechando el boom del
cicloturismo.

Por mucho que preguntamos nadie
sabía decirnos como llegar al refugio, así que empezamos a bajar buscándolo por
intuición sin querer separarnos mucho de las pistas, no vaya a ser que
tuviésemos que recular. Al final, por fin vimos a lo lejos una casa derruida,
supusimos que era el antiguo refugio y cerca un pradito con un rio, un buen
sitio para comer, con todo preparado busqué un sitio apartado para hacer una
cosita y de repente..vaya debajo de una montañita al fin el flamante nuevo
refugio. Recogimos rápido todo y nos fuimos allí para comer con bebida
fresquita, allí nos explicaron como ir por el GR hasta la pista, un sendero bonito
junto al rio. Hoy prontito a casa que mañana toca viaje.
Jueves 6, el Pirineo Francés.


Quizás el gran fallo del viaje,
nuestra idea era ir a una zonas de monasterios al otro lado del Pirineo, camino
de Carcasone, pero en vez de ir hasta la costa y coger la autopista, subimos el
coll de Ares y cogimos una carretera unos 40Kms horribles. Total más de 3h de
curvas para hacer menos de 100Kms, normal que fuese la primera vez que Cristina
vomita en el coche (quitando cuando ha estado enferma). Llegamos a Prades a las
2 de la tarde con un calor y infernal y un mosqueo general. Tuvimos que decidir
sacrificar la primera visita, el monasterio de San Miche de Cuxa e ir
directamente a Vilafranca.

Vilafranca es un pueblo muy
bonito, pero hacía un calor terrorífico, no encontrábamos un parquecito con
sombrita para comer y ya arrastrábamos un mal día, así que no lo disfrutamos. Y
tras un paseo breve fuimos a la visita principal del día. El Monasterio de San Martín. Asumiré yo el error, no sabía
que había que dejar el coche a un par de Kms y andar montaña arriba. Eso a las
4 de la tarde, con el calor y con una niña de 3 años y una embarazada, se
antojaba complicado. Una pena, tendremos que señalar la zona para otro viaje,
el día estaba siendo lo contrario de redondo, no creo que se diga cuadrado.

Como teníamos el hotel en Quilla,
había que decidir o dar un rodeo o volver a jugársela y atravesar el Col de
Jau. No sé ni como nos atrevimos a tomar
la senda opción con el día que llevábamos. Pe de repente la suerte cambió, el Col
es una carretera preciosa ,es un auténtico puerto de montaña y tienes visión
continua de lo que llevas subido y lo que queda, no como la de por la mañana
que los árboles del borde de la carretera no te dejaban ver más allá. Arriba en
la gloria, al fin fresquito, pudimos disfrutar de un café tranquilos viendo el
paisaje y todas las posibilidades de las rutas de alrededor. Y en la bajada
estaba la garganta de san George, 500mtrs de carreteras espectaculares que
atravesaban un cañón. Eso más la buena cena que nos pegamos podemos decir que
el día quedó plano, ni bueno ni malo.
Viernes 7. Carcassonne.

Es difícil que empiece un día
diciendo, vaya desayuno que me pegué. Pues si, es que merece comentarlo. En el
B&B nos trataron muy bien, y el desayuno espectacular. Tenía todo una pinta
que no podía parar de comer. Bueno, que en un ratito estábamos en Carcassone, y
entonces nos dimos cuenta, que sólo por esto el viaje merece la pena. Desde
luego es una de las ciudades más bonitas que he visto. La ciudad quizás no, sino
la pequeña cité, un barrio amurallado a las afueras que lo mirases desde donde
lo mirases era para no parar de hacer fotos. La muralla por fuera es el típico
castillo de cuento de hadas.

Y no menos espectacular es
entrar, callecillas estrechas de piedra, como si estuvieses en una ciudad
medieval, todo bares, restaurantes, comercios de todo tipo a cual más
apetecible. Lo único malo es que estaba repleta de turistas, lo que hizo que
tuviésemos que esperar una buena cola para entrar en el castillo, me recordaba
al Monte Sant Michele, había incluso momentos de cierto agobio. Menos mal que
aunque hacía calor, estaba nublado. Una ciudad recomendable en todos los
sentidos, después de comer tuvimos que emprender el largo camino de regreso,
eso sí, esta vez por la costa.
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